¿A quién no le han dicho nunca aquello de: si eres bueno y te portas bien, papá Noel te
traerá lo que pidas? Alentador, ¿verdad? Desde que tus padres enunciaban
esa frase como parte de un contrato sagrado, te esforzabas mucho por ser el
mejor en todo… Durante, al menos, ¡una semana! Claro, luego se te olvidaba y
volvías a tus fechorías de siempre, lo que provocaba que tus padres dijeran
aquello otro de: Papá Noel te está
vigilando… Aunque eso sólo servía para que te pusieras las pilas de nuevo
un par de semanas más. Al final, acababas haciendo lo mismo de siempre y Papá
Noel, no sé si por aquello de no poder estar mirando las veinticuatro horas del
día o qué, te dejaba todo lo que le habías pedido… Pues bien. Hay niños que
cumplen su parte del contrato hasta el final, llevándolo hasta las últimas
consecuencias, como Úrsula. Úrsula se lo tomó muy en serio… Lo
que sucedió al final podría hacer replantearse a más de un papá y una mamá
firmar tales contratos, sin añadir antes una cláusula trampa en letra pequeña.
Veréis, Úrsula era una niña rebelde e indómita desde
que nació, tanto que, como resultado sus diabluras ya en sus primeros años de
vida, su madre no había tenido más remedio que empezar a tomar unos horribles
antidepresivos y pastillas para poder dormir. Papá lo llevaba algo mejor. Se
había aficionado a descargar su ira talando algún árbol que otro, lo que dio
lugar a que éste tomase como pasatiempo tallar figuras con la madera que de
ellos extraía.
Con el paso de los años las fechorías de Úrsula habían
ido creciendo en consistencia e intensidad,