EL CASO DE “EL PUERCO”. PARTE I.
“El Puerco”.
Ese sería su sobrenombre para siempre. Y se lo había ganado a pulso él solito.
Supongo que Pedro Hoyos, jefe de la brigada de homicidios a la que se había
asignado el caso, un hombre robusto, de porte singular, más parecido a un
vikingo que a un hombre medio, ya imaginaba a lo que tendría que enfrentarse
cuando atravesara el umbral de aquella puerta. Había leído y releído la
denuncia de desaparición que habían dejado en su mesa. Sus años de experiencia
le gritaban por dentro que no sería un caso fácil.
Sobre el puerco, un ser repugnante donde los haya,
recaían reiteradas órdenes de vigilancia y arrestos por trifulcas en la calle.
Con aquel saco de mierda por cerebro no se sabía qué podría ocurrir, ni cómo
iba a reaccionar. A veces se comportaba como una ameba. Otras, sacaba el gato
salvaje que llevaba por dentro. Sería mejor llevar armas.